Texto: Javier Carrillo
Es difícil encontrar un lugar con tanta historia, raíces, identidad y tradición milenaria. Poderoso imperio de Oriente con horizontes de pagodas, China es un mundo de exotismo y belleza, además de una celebrada gastronomía desde los tiempos antiguos, punto central de ceremonias, basada en la precisa ecuación y balance de cuatro elementos en cada plato: color, aroma, sabor y presentación. Además, a ella se debe la invención de la técnica de usar y preparar salsas condimentadas hace aproximadamente 3000 años, y en China beber el té significa todo un ritual. Este país asiático no será el lugar ideal para buscar la soledad, pues continúa como el más poblado del mundo, pero sí para dejarse encantar con la esencia que emana desde la época de los emperadores, además de sus famosos sitios turísticos, comenzando con la atracción más emblemática, su kilométrica Gran Muralla que atraviesa un total de 7 de las provincias chinas, y continuando con sus festivales de Primavera (que celebra la entrada del Año Nuevo Lunar), y el de los Faroles para conmemorar el respeto a Buda, junto con el Palacio Imperial, la Plaza de Tian’anmen, el Palacio de Verano, el Templo del Cielo (Pekín); los restos arqueológicos de la Tumba del emperador Qin Shi Huang (fundador de la dinastía Qin), y su interior con más de 6,000 figuras de guerreros en terracota de tamaño natural, la Pagoda de la Oca Silvestre (Xian), además del Jardín Yuyuan, el Templo de Buda de Jade (con sus dos estatuas de Buda, talladas en una sola pieza de jade blanco), y el malecón de la ciudad en Shanghái. Por todo esto y muchísimas cosas más que se descubren sólo visitándola, es difícil encontrar en el mundo algún otro lugar tan especial como China.