Texto: Javier Carrillo
El Viejo Continente siempre tiene algo nuevo para el viajero. Aun cuando sus raíces son profundas en cada uno de sus cuatro Puntos Cardinales y se encuentran pletóricos de historia, en cada gran ciudad siempre aguarda la sorpresa en cada calle, cada museo, cada plaza, cada fuente, e incluso en cada atracción turística.
París de noche, el Louvre, Le Lido, su esplendor. Londres y su Hyde Park, su Big Ben, su Trafalgar Square, sus pubs. Bélgica y el Lago del Amor, el Beaterio, la Catedral de San Bavón. Ámsterdam y sus canales, su Mercado Flotante de Flores. Frankfurt y su centro del casco antiguo, con casas patricias del siglo XV. Navegar hasta el corazón de Venecia, recorrer la cuna del Renacimiento que es Florencia, y en la Ciudad del Amor, Roma, acudir a su Fuente de Trevi, a los Museos Vaticanos, la Capilla Sixtina y la Basílica de San Pedro. Europa es única porque tiene el don de maravillar en cada visita, tanto en la primera vez que se ponen los pies en ella, como en el grato placer de renovar la felicidad que depara cada destino en los esperados reencuentros.