Texto: Javier Carrillo
Tierra del vodka y los zares, Rusia tiene en San Petersburgo y Moscú dos grandes tesoros. Sus calles, avenidas y malecones son un encanto, pero sus palacios, canales, folclor y esculturas son de una belleza incomparable. San Petersburgo es la capital cultural rusa, fundada por Pedro el Grande en 1703 para tener una salida hacia Europa, y en esta urbe destacan la Plaza del Palacio y el Palacio de Invierno, el Almirantazgo, Nuestra Señora de Kazán, y la Catedral de San Isaac, con su museo de iconos y mosaicos, además del Hermitage, que ocupa seis edificios y alberga antigüedades y obras maestras de todos los tiempos, lugares y artistas del mundo. Pero Moscú no se queda atrás, y muestra a la Rusia profunda con su avenida Novi Arbat, los muelles del río Moskova, la famosa Plaza Roja, el Teatro Bolshoi, la Catedral de San Basilio, con sus cúpulas de colores, su prestigioso circo y, por supuesto, el Kremlin, emblema del país y antigua residencia de los zares, con las catedrales de la Anunciación y de la Asunción.